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jueves, 19 de abril de 2007

Un can llanisco, operado por segunda vez en tres años por tragarse espuma expansiva altamente nociva

Un can asturiano, operado por segunda vez en tres años por tragarse espuma expansiva altamente nociva

Se llama «Troski» y, por lo visto, es un perro adicto a la cola expansiva. Así lo explicaba ayer el albéitar de la clínica veterinaria San José, de Llanes, Luis Bernardo, quien hace dos días salvó, por segunda vez en los últimos tres años, la vida del animal in extremis. «El perro es un adicto a este material, se lo toma y se le solidifica en el estómago», explicó el veterinario. «Troski», de 5 años de edad, ya vivió tan dramática experiencia cuando tan sólo tenía 2 años de vida. Entonces, como ahora, estuvo a punto de morir. Su enorme vitalidad ya le ha salvado la vida dos veces. Doble milagro.

La noche del pasado martes, el propietario del animal, un carpintero de Llanes, decidió llevar a su perro a la clínica veterinaria San José después de que, durante los últimos quince días, según el profesional, el can vomitara toda la comida que se llevaba a la boca. «El perro llegó a la clínica en muy mal estado, con una anemia importante y con una deshidratación considerable. El día de la operación vomitaba sangre», explicó Bernardo. La cola expansiva no estaba al alcance del perro desde su anterior calvario, pero el animal, sin que su dueño sepa aún cómo ni cuándo, volvió a llenarse la panza con este material de obra, altamente nocivo.

El veterinario le practicó una gastrotomía, una operación quirúrgica en el estómago, que duró dos horas. «Le sacamos una piedra de 800 gramos, principalmente porque la piedra estaba empapada, y ocupaba el 70 por ciento del estómago», indicó Bernardo. La operación, según el veterinario, ha sido «todo un éxito», por lo que en las próximas horas el can regresará felizmente a su hogar llanisco. Durante los próximos ocho días «Troski» tendrá que estar en reposo y llevar una dieta blanda, ingerida en cantidades pequeñas. «Podrá comer siete u ocho veces al día, pero en pocas cantidades, y cada dos horas podrá beber una taza de agua», aseguró Bernardo.

Y es que el animal cuenta con dieciocho grapas en su piel y tres capas de sutura en el interior del estómago. El veterinario explicó que, «por algún motivo desconocido, el perro se vuelve loco» por la cola. El mayor problema, según Bernardo, se da cuando el can ingiere el líquido de la cola expansiva, ya que cuando traga este material se le forma una masa en el estómago que le provoca continuos vómitos. «Si el líquido llegase hasta el intestino las posibilidades de sobrevivir serían prácticamente nulas», aseguró el veterinario.

Al no haber un precedente, la única solución es que el animal no tenga acceso a este tipo de material. «Troski» vivió la misma experiencia en agosto de 2004, cuando por las mismas causas tuvo que ser intervenido por el mismo veterinario para salvar su vida. En aquella ocasión la Universidad de Barcelona se interesó: expertos catalanes llamaron a los pocos días de la operación a la clínica veterinaria llanisca para pedir información sobre el caso del can llanisco y así «poder analizar casos peculiares que le pueden ocurrir a un perro».

La operación practicada por Luis Bernardo suscitó un gran interés entre la comunidad académica, por lo que se pretendía estudiar uno de los casos más peculiares que pueden sucederle a un perro, según lo explicaba Bernardo hace poco más de dos años. La recuperación será lenta, pero, debido a la fuerza y vitalidad extraordinarias con las que cuenta, a buen seguro muy pronto volverá a hacer de las suyas.

La Nueva España, 19/04/2007

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