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martes, 20 de noviembre de 2007

Un matrimonio rescata a un perro que llevaba tres años encerrado en un zulo

Los continuos llantos del pointer, que vivía en un agujero sucio sin apenas luz, alertaron a la pareja, que le busca un nuevo hogar

Se llama Popeye, tiene doce años y en los últimos 36 meses ha llevado una vida de perros. Literalmente. Desde que murió su dueño -un cazador- este pointer de color blanco ha vivido en una especie de zulo habilitado en el patio de una vivienda del Puerto de la Torre, propiedad del cuidador que lo acogió tras el fallecimiento de su amo. Rodeado por sus propios excrementos, sin apenas luz ni ventilación y con el único aliciente de una ración diaria de pienso. Por suerte, el destino, caprichoso, quiso que el pasado 8 de noviembre la situación de este can diese un giro. Su llanto, incesante, ablandó el corazón de un matrimonio de amantes de los animales, que no dudaron en hacer todo lo posible para sacarlo del agujero en el que llevaba tres años encerrado. Superado aquel desagradable episodio, la pareja busca ahora un nuevo hogar.

Carmen Jiménez, la protagonista de este rescate, cuenta que su marido, pintor de profesión, llegó un día a casa conmovido por los lloros de un perro que, según le explicó, procedían de una vivienda próxima a donde trabajaba. Al escuchar su relato, esta malagueña -miembro de un foro de animales sin hogar- se puso en contacto con la policía para detallarles el «lamentable» estado en el que vivía el pointer. Pero pronto comprendió que aquella no era una buena solución. «Me dijeron que tenía que denunciar el caso y, entonces, se lo llevarían a una perrera para sacrificarlo».

Descartada la acusación, la pareja optó por hablar con el dueño de Popeye quien, tras las conversaciones, aceptó que Carmen y su esposo se lo llevaran a su casa. Ella misma describe el zulo del que lo sacaron. «Era un horror. El espacio apenas tenía un metro de fondo y estaba muy sucio, incluso había hongos. Tenemos dos perros y tres gatos, por lo que no podemos quedárnoslo en casa, pero tampoco podíamos dejarlo allí», detalla.

Ya en su vivienda, el matrimonio se puso en contacto con distintas asociaciones y protectoras de animales para buscarle una casa de acogida a Popeye. Pronto, la historia despertó el interés de dos hermanas malagueñas que, pese a no tener hueco en su domicilio, se ofrecieron a pagarle una residencia.

Una familia

Tras pasar una semana en un centro de animales, el pointer ha regresado a casa de Amalia -nombre de unas de las hermanas- a la espera de que encuentre un hogar definitivo donde quedarse.

Sobre el estado del can, Carmen asegura que está lleno de heridas. «Tiene una grande en la oreja, otras en las patas, verrugas por la barriga y las uñas enormes», describe. Pese a la pesadilla que ha vivido, Carmen insiste en que Popeye, a quien define como «muy bueno y de caracter dulce», no está resentido. «Ha reaccionado estupendamente. Cuando lo sacamos la primera vez a pasear no sabía qué farola oler, qué árbol marcar ni con quién jugar. Sólo esperamos que alguna familia se haga cargo de él», concluye. Se aceptan voluntarios.

Sur, 20/11/2007

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