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miércoles, 27 de diciembre de 2006

PATRICIA : "Los perros no son juguetes de Navidad"

Llega la Navidad y los perros de carne y hueso se regalan como peluches. Patricia, defensora de la causa animal, pide sentido común y recuerda que distan mucho de ser juguetes.

Woody no para. Así se llama el perro sin raza conocida de Patricia Gericó, activista en favor de los animales que predica con el ejemplo y pasea cada día con un chucho de los grandes, sin pedigrí y salvado en última instancia de una muerte segura.

La dueña de Woody --como el director de cine-- vive en Zaragoza, pero el perro vino importado desde Cádiz y su historia no es cualquier cosa. Se acababa de morir con siete años su can de toda la vida por un cáncer de próstata y vio en internet a un posible candidato para llenar su espacio. "Un refugio de Córdoba que se llama El arca de Noé puso su caso en la red. Era un cachorro de lo que llaman una camada indeseada, por el cruce de un perro de raza con otro mestizo, y su dueño, un cazador, lo iba a sacrificar".

Tantos desvelos por encontrar casa para el perro tuvieron recompensa, porque Patricia optó por la adopción y tras rellenar múltiples papeles la aceptaron como responsable del animal sentenciado. "Tenía dos meses, y a otro perro que nació en la misma camada de Cádiz también lo pudieron colocar". El problema fue que su madre, una pointer con papeles, se quedó embarazada de un perro sin filiación y sus descendientes no tenían clase.

Quien no entiende, no lo nota. Porque Woody, que ha cumplido nueve meses y pesa ya 33 kilos, tiene una planta elegante. Y a su dueña lo de la marca no le preocupa. "Que sean mezcla no es un problema, sino al contrario. Son más saludables, más inteligentes, porque no tienen consanguinidad. Y desde luego --se ríe-- son exclusivos, no hay otro igual".

Patricia tiene una queja, pero es de advertencia: "Llegan estas fechas y hay más gente que se decide a llevar un perro a casa como regalo para los niños. No tenemos cifras concretas, pero cada año pasa lo mismo: los animales crecen, la familia se cansa de cuidarlos, no hay donde dejarlos en vacaciones, y acaban abandonados o en la perrera. Hay que pensárselo bien, porque son seres vivos. Necesitan atención y cuidados, no pueden funcionar como un simple juguete de Navidad".

Patricia avisa. Los perritos son muy monos, "pero --explica-- muerden los muebles, molestan a la visitas, se hacen pis donde no deben. Además, hay que pasearlo todos los días y jugar con él".

Y si realmente tienen claro que quieren un perro en su piso y en su vida, recomienda que en lugar de gastar 600 euros en un ejemplar con cierta raza se pasen por la perrera de La Cartuja, o la de Movera donde pueden encontrar canes "de todo tipo". En el refugio de ADPOA también pueden adoptar uno.

Además de conseguir el perro que querían podrán añadir la satisfacción de haberlo salvado del sacrificio, porque las normas de la perrera son estrictas. Cuando el can llega, hay tres días para que el dueño lo reclame. Después, la vida del animal se reduce a una semana: "A los diez días los matan".

Sobre la perrera de Movera, los activistas como Patricia tienen también algunas cosa que decir: "Está habiendo protestas públicas porque el horario es muy restringido. Solo abren una hora por día y no tienen una política de adopción".

Tampoco le gusta en exceso cómo se lleva por aquí la protección animal. "El perro se entiende como mal a erradicar y no se ven sus ventajas con los discapacitados, en el tratamiento de la depresión, en la detección de explosivos o de drogas, por ejemplo".

El Periódico de Aragón, 27/12/06

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