Atropellan a un perro

EL teléfono de la redacción ha sonado uno de estos días porque lo había marcado alguien que quería comunicar una buena noticia. «Me he atrevido a hacerlo -dijo la mujer- porque sé que es difícil poder contar cosas buenas y he pensado que tal vez les interesaría. Ustedes luego hagan lo que deban».

Lo que dijo esta interlocutora es que hacía escasos minutos que acababan de atropellar enfrente de su casa a un perro negro, chiquitillo. Se veía que no estaba abandonado, sino que se había escapado para dar un garbeo a su aire y tuvo la mala suerte de toparse con un insensato que ni siquiera paró después de llevársele por delante y romperle la pata. No escuchó el conductor en su huida los terribles alaridos que daba el pobre animal, aunque, por suerte, sí acudieron al reclamo decenas de ciudadanos que se encontraban en el lugar de los hechos.

Lo hicieron algunos que paseaban a sus perros por la zona, vecinos que no dudaron en salir de casa, jóvenes que se encontraban en la hora del recreo y perdieron incluso la clase posterior porque prefirieron darle consuelo al herido. «Entre todos le acariciamos hasta que vinieron a buscarle para curarle», dijo la señora, que insistió en que aparte de la lectura ya de por sí positiva que se podía hacer de esta historia, habría que destacar la buena disposición de los auxiliadores más jóvenes, que se deshicieron en mimos e incluso se la jugaron con lo de no ir a la clase siguiente. «Es que casi siempre se habla de ellos porque hacen botellón o protagonizan actos de vandalismo».

Pues sí, señora, sí. Tenía razón. La atención altruista y espontáneamente prestada al perro negro es una de las noticias más bellas que muchos habrán escuchado o vivido en mucho tiempo. Yo le dije que haría lo que pudiera por que los demás se enterasen de que todavía hay gente buena por el mundo. Y porque merece la pena, cumplo mi palabra.

Hoy Digital, 05/03/2007